Puede que ya estés disfrutando de tus vacaciones o, por el contrario, que estés contando los días para que lleguen. Sin embargo, a veces, a pesar de que hayamos colgado el cartel de «out the office», nuestra mente parece que sigue en la oficina. Pero… ¿por qué sucede? Diana Mara Prieto, psicóloga y experta en mindfulness, nos da las respuestas para entender cómo funciona nuestra mente, por qué nos cuesta tanto desconectar y, lo más importante, cómo conseguirlo. Porque, da igual donde nos encontremos, que siempre hay tiempo para buscar (y encontrar) ese momento de desconexión, bienestar y autocuidado.
¿Por qué sigo pensando en el trabajo si ya estoy de vacaciones?
Muchas veces parece que vivimos con el piloto automático puesto. Incluso cuando no estamos físicamente en el trabajo, seguimos chequeando correos, repasando tareas mentales o mirando el móvil «por si acaso». ¿Te suena? Esto no es casualidad. Prieto lo explica así: «trabajamos de manera continuada durante largos periodos y generamos hábitos mentales automatizados», lo que hace que incluso en vacaciones sigamos pensando en ello sin darnos cuenta.
Y no solo es un tema de costumbre: nuestro cuerpo también está implicado. El estrés laboral activa ciertos mecanismos en nuestro cerebro que no se apagan con un simple cambio de escenario. «El estrés laboral crónico activa de forma sostenida el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA), lo cual eleva los niveles de cortisol y si se mantienen en el tiempo, produce daño en zonas del cerebro», advierte. Por eso no basta con una escapada de fin de semana o con dos días libres. «Considero un mínimo de quince días de descanso, porque en ocasiones es en el día diez cuando comenzamos a sentir que nos relajamos profundamente, lo ideal serían veintiún días», explica la también Directora del proyecto Al Final de la Vida de la Fundación Vivo Sano. Aunque no siempre es posible tomarse tanto tiempo, el objetivo es claro: necesitamos parar de verdad, tomarnos en serio el descanso y la desconexión.
Detox digital: baja el ritmo y suelta (un poco) el móvil

¿Y qué ocurre con el móvil y con esa «adicción» a hacer scroll sin parar? Puede que estés tumbada en la playa, pero si cada diez minutos estás respondiendo mensajes, subiendo stories o revisando el correo electrónico, claramente no estás desconectando. En cierta manera, el móvil se ha convertido en una prolongación del estrés.
«La constante conexión a dispositivos móviles y la cultura de la “hiperproductividad” refuerzan la idea de que siempre se debe estar disponible», señala la experta. Esto, lejos de ayudarnos, crea ansiedad, culpa y la sensación de que «estamos perdiendo el tiempo» si no hacemos algo útil.
Además, hay consecuencias reales. «El uso frecuente del teléfono para temas laborales fuera del horario de trabajo interfiere con la recuperación emocional y cognitiva», sostiene. Así que, aunque cueste al principio, la solución pasa por decidir conscientemente cuándo y cómo usar el móvil. «Reajustar el uso del móvil en vacaciones para ayudarnos a desconectar» o planificar el dejar de revisar cualquier dispositivo relacionado con temas laborales son algunos de los consejos de la psicóloga Diana Mara Prieto. No hace falta desaparecer del mundo digital, pero sí poner límites claros porque tu descanso puede depender de ello.
Ponlo en práctica: desconecta en tus vacaciones

Como afirma Jon Kabat-Zinn, fundador y director de la Stress Reduction Clinic, «Mindfulness es la conciencia que emerge al prestar atención a propósito, en el momento presente, y sin juzgar la experiencia que se va desarrollando». Por eso, no hace falta irse a un retiro en una isla paradisíaca, solo pequeños gestos diarios que marquen la diferencia. La instructora y especialista en mindfulness nos comparte unas sencillas prácticas para ayudarte a reconectar contigo, con el presente y con lo que verdaderamente necesitas: descansar.
La Técnica PROA es «un enfoque de autorregulación basado en mindfulness y sus siglas indican qué hacer en cada una de ellas para lograr tener estabilidad en momentos de confusión o agitación mental», cuenta Prieto. ¿Y cómo funciona? Ella nos lo aclara:
- P: para, solo para. Detén el movimiento físico y también la mente, parando para soltar el piloto automático y también los juicios y la autocrítica.
- R: respira. Lleva la atención a las sensaciones que sientes cuando respiras. Si nunca lo has hecho y no sientes nada, está bien. Puedes poner las manos en el abdomen y sentir si sube y baja cuando inhalas y exhalas, no es necesario modificar la respiración, deja que sea tal y como es ahora. Quédate ahí un minuto o los que consideres, cuantos más mejor para lograr más estabilidad.
- O: observa. Toma consciencia de lo que está presente para ti en este momento, de las sensaciones en el cuerpo, de los pensamientos que están llegando hasta ti, date cuenta de que solo son eventos mentales que vienen y se van. Tal vez puedas sentir si hay emociones presentes, si es así, reconoce que eso es lo que está presente ahora, sin rechazarlas o ensalzarlas, puedes nombrarlas y aceptar con suavidad la realidad de este momento.
- A: actúa. Continúa con lo que tengas que hacer cuando lo consideres. La vida sigue en cada instante.

La experta también recomienda llevar a cabo hábitos tan sencillos y conocidos como respirar o caminar. Algo que, aparentemente parece básico, pero que sí que se hace conscientemente sus consecuencias pueden ser muy positivas. «Respirar es algo que hacemos de forma inconsciente, pero lo podemos hacer conscientemente también». Se ha demostrado científicamente que genera cambios en el cerebro y ayuda a activar el sistema nervioso parasimpático, encargado de la relajación y nuestros estados de calma y conexión.
¿Y cómo se respira conscientemente? Puedes empezar por cinco minutos e ir ampliando el tiempo a tu ritmo. «Siéntate con la espalda recta, ojos cerrados, entreabiertos o abiertos, y lleva tu atención a las sensaciones que sientes en el cuerpo cuando respiras —normalmente abdomen, pecho o fosas nasales—, teniendo la firme intención de sostener todo el tiempo la atención en ese lugar». En ese proceso, es normal que la atención se disperse; cuando lo notes, simplemente redirígela con amabilidad al lugar elegido, sin juzgarte por haberte distraído.
Caminar sin prisas, notando cada paso, los sonidos y sensaciones, es otra poderosa forma de volver al presente. Durante esa pequeña travesía, la profesional en psicología y mindfulness propone sentir el contacto con el suelo, el movimiento que hacen los brazos y, simplemente, «llevar consciencia al acto rutinario de caminar y tal vez, comenzar a descubrir detalles nuevos de este proceso que tenemos tan automatizado».
En resumidas cuentas, en vacaciones —y en la vida en general— el descanso no solo debe ser físico. Necesitamos que nuestra mente se relaje, que el cuerpo se resetee, que la culpa se apague y que el móvil o el trabajo que dejamos en pausa no dicte nuestras vacaciones. «En culturas donde se prima la productividad y el trabajo a todas horas, nos sentimos culpables con facilidad, cuando no hacemos nada». Pero recuerda: descansar también es hacer algo. Y es necesario. Diana lo resume así: «lo primero y más importante que podemos hacer, es ser conscientes de que nos está pasando esto, de que estamos atrapados en esta emoción». El segundo paso es permitirnos soltarla.