Hace ya un año que se ha convertido en un fenómeno viral (no exento de polémica) a través de las redes sociales. El dispositivo estético llamado PlasmaPen utiliza la energía de plasma para rejuvenecer y mejorar la apariencia de la piel. ¿Cómo? Estimulando la producción de colágeno y elastina, tensando la piel y reduciendo arrugas, cicatrices y otras imperfecciones.
Sin embargo, este tratamiento no invasivo aplicado mediante bolígrafos o plumas de fibroblastos genera cierta controversia respecto al resultado final que proporciona. Los riesgos asociados a su uso sin supervisión médica especializada son muy altos y las consecuencias pueden ser nefastas. Por ello, en VIBE hemos decidido reflexionar sobre los pros y contras de un fenómeno que, lejos de ser un beauty hype de la temporada, está creciendo en popularidad… en gran parte a través de peligrosos clones que imitan el dispositivo original.
Los pros del auténtico Plasmapen
Lógicamente, para conocer las virtudes de este tratamiento hay que acudir a su origen, es decir, a la empresa creadora del PlasmaPen, que tiene el mismo nombre. Al visitar su web oficial lo primero que llama la atención es la amplia colección de afecciones cutáneas para las que se emplea este dispositivo. Eliminación de arrugas, blefaroplastia sin cirugía, eliminación de pigmentos (por microblading o micropigmentación), mejora y eliminación de estrías, mejora de manchas solares, reafirmación del tejido en zonas específicas… a primera vista parece una auténtica panacea para el ámbito de la medicina estética.

El dispositivo en cuestión ioiniza un gas llamado plasma que tiene unas propiedades específicas en la mejora del envejecimiento y arrugas en la piel. Otros dispositivos producen quemadura y, cuando la piel se cae, parece producir una piel nueva pero es una piel desprotegida que en muy poco tiempo va a tener un envejecimiento acelerado. Con la versión «autorizada» de PlasmaPen, la combinación de electricidad de nuestro tejido con la ionización del gas llamado plasma no entra en contacto con la piel en ningún momento y, por ello, se asegura que no produce daño térmico.
Por otra parte, hay que destacar que el innovador y atractivo diseño del dispositivo con forma de bolígrafo o pluma estilográfica ha contribuido (y mucho) al imparable crecimiento de su popularidad en las redes. Y, cómo no, el producto siempre debe llevar la marca impresa en él. Porque la mayoría de los dispositivos de imitación ni siquiera muestran marca propia (siendo aparatos anónimos que, obviamente, no ofrecen garantías) o se han personalizado con el nombre de determinadas clínicas.
Los contras de un fenómeno viral
Según informó la agencia Europa Press el pasado año, el amplio espectro cutáneo que cubre el PlasmaPen es imponente: cicatrices de acné, flacidez cutánea, tumores cutáneos benignos, queratosis seborreicas, hiperplasias sebáceas… Sin embargo, expertos del prestigioso Instituto Médico Láser (IML) han advertido sobre los riesgos asociados a su uso sin supervisión médica especializada.
El dispositivo con punta metálica utiliza un arco de plasma para quemar la piel superficialmente. ¿Su intención? Alentar la síntesis de colágeno que se va perdiendo con la edad, estimulando los fibroblastos (células que tenemos en la piel y se encargan, entre otras, de esta función). Aunque en un principio parece sencillo se trata de una técnica no exenta de efectos adversos y, en ocasiones, los resultados prometidos podrían no cumplir las expectativas.

En este sentido y a través de la citada agencia de noticias, la doctora Paloma García Piqueras (arriba, en la imagen), dermatóloga y especialista en láser dermatológico en el IML, ha advertido que, aunque esta técnica se propone como una solución para diversas afecciones cutáneas, carece de evidencia científica sólida y conlleva riesgos potenciales. En concreto ha comentado: «al dañar la epidermis sin llegar de manera efectiva a las capas más profundas de la piel, aumenta el riesgo de efectos adversos como la hiperpigmentación, las infecciones e incluso la aparición de cicatrices».
Resumiendo, es lógico que la propia empresa PlasmaPen defienda la técnica de su dispositivo contra viento y marea. Y que determinados centros de estética ajenos a ella la pongan en entredicho. Lo cierto es que PlasmaPen está a disposición de cualquiera, siempre que se asista a alguno de los programas de formación (abajo, en la imagen) porque, como se puede leer claramente en su web, «no es un juego utilizar de un modo poco profesional un dispositivo que puede causar daño en la piel de los clientes».
